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Escrito por El Gato on 13:16


Cuando Ud. conozca mejor a los adventistas, descubrirá que generalmente son gente feliz. Es verdad que toman su religión en serio, leen la Biblia, oran, van a la iglesia y participan en diversos tipos de actividades misioneras; pero eso no los hace tristes ni ásperos. Por el contrario, poseen un alegría notable que es, además, muy contagiosa. 

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Hay dos razones principales que explican esta actitud esperanzada y feliz frente a la vida. En primer lugar, su fe en Dios, que les produce una confianza absoluta en su guía y dirección. En segundo lugar, un sentimiento de certeza acerca del futuro. Teniendo el plano de la profecía en la mano, ellos contemplan los años por venir sin vacilación y "saludan el futuro con alegría".




Los adventistas figuran entre la poca gente del mundo actual que no vive asustada por las bombas de hidrógeno, las plataformas del espacio ni los cohetes intercontinentales. no viven perturbados por los informes acerca de lo que están haciendo o pueden hacer las grandes potencias, ni en el curso que puedan tomar los eventos internacionales en el Lejano Oriente, Palestina, Turquía o la Ciudad del Vaticano. Todo eso les interesa, pero no les preocupa porque lo interpretan como señales de los tiempos, que anuncian la proximidad del fin de la historia y la segunda venida de Cristo.

Basados en su estudio de las profecías de la Biblia, los adventistas del séptimo día están convencidos de que los reinos de los hombres ha han completado su curso y no tardarán en dar lugar al reino de Dios, que pronto los gobernantes del mundo deberán rendir su cetro a Jesucristo, que de entonces en adelante "el reino, y el dominio y la majestad de los reinos debajo de todo el cielo, sea dado al pueblo de los santos del Altísimo!". (Daniel 7:27)

En todas estas preciosas promesas los adventista ven esperanza para el futuro. A pesar de sus flaquezas, anhelan ser hijos de Dios y complacerlo en todas las cosas. Oran constantemente para pedir una experiencia espiritual cada vez más profunda. Su más ardiente anhelo es caminar con Dios día tras día, servirlo de todo corazón y dar a él "la más plena medida de su devoción", seguros de que al fin su hogar será el cielo.

Dios no defraudará a su pueblo que ha defendido su causa a través de los siglos. Recordará a cuantos se han mantenido firmes de parte de la verdad, al defender la cual ha sufrido o muerto. No olvidará las promesas que ha hecho a sus hijos; por lo tanto, no los levantará de la tumba para que lleven una existencia vana, sin provecho y sin satisfacciones. Mas bien, hará que cada momento de su vida nueva sea más maravilloso de lo que ahora pueden imaginar siguiera. Les dará cuerpos fuertes y hermosos sin rastro alguno de enfermedad, tan sustanciales, reales y reconocibles como fue el cuerpo resucitado del Señor. Tendrán moradas verdaderas y encontrarán tareas en las cuales emplear sus abundantes e inagotables energías. "Edificarán casas, y morarán en ellas; plantarán viñas y comerán el fruto de ellas"(Isaías 65:21) Esto no quiere decir que los redimidos pasarán la eternidad edificando casas y plantando viñas, sino que tendrán siempre la mente y la mano ocupadas en actividades interesantes.

En las palabras del apóstol San Pablo,  "cosas que ojo no vio, ni oído oyó, ni han subido en corazón de hombre, son las que Dios ha preparado para los que le aman"(1ª Corintios 2:9) Verdaderamente, no se ha dicho siquiera la mitad de los goces que los redimidos de Dios encontrarán en el hogar eterno que él está
preparando para ellos. Nadie ha imaginado siquiera la décima pare de esas glorias, ni la variedad infinita de intereses y delicias que se desarrollarán incesantemente a través de las edades por venir.